domingo, 25 de marzo de 2012

¿En qué papel lo quiere?

Jaimito ¿qué quieres ser de grande? –Abogado, maestra- Pepe, ¿que nos dices? –Creo que Piloto, sí, sí, eso- ¿Lupita? –Veterinaria, -¿Y tu Chucho? –Yo quiero sacar copias maestra.

Imaginemos un niño, todos conocemos a uno o al menos tenemos uno en mente. Ya vieron su cara de ilusión, sus ojos brillosos, los pequeños huecos en su boca producto de los dientes que se cayeron y no han vuelto. El cabello corto y rizado. En pocas palabras, un chamaco condenado a la belleza, al don de la palabra y a la empatía con los demás.

¿Qué proyecta para la vida un niño con ese potencial? Al menos en su casa, su mamá lo imaginaba presidente, actor o el próximo Luis Miguel. Mientras que para su papá, el chico tenía todo el porte y estilo del jugador de futbol, goleador, campeón y galán, pues esos ojos y rizos eran la locura de las niñas de la primaria.

Todos tenían planes para Chucho, algunos más ambiciosos que otros pero todos llevaban el sello del éxito y reconocimiento. Sin embargo, el pequeño siempre había soñado con las copias, lo alimentaba ese ajetreo que sufría el señor de la papelería cuando su local se llenaba pidiendo juegos y juegos de la maestra Lulú.

Admiraba el aroma del papel recién sacado de su bolsa y a pesar de que sólo contaba con diez años bien podía distinguir entre un texturizado, opalina, couché y bond tan sólo con tocarlos. No había duda, su destino era ese. El problema estaba en enfrentarlo y derrumbar los ideales de sus padres en pro de su felicidad.

Jesús pasó durante años noches enteras ideando la forma de contarles a sus papás, pensó escribirles una carta en un papel de seda para que se convencieran con la calidad pero un día supo que ellos no podrían diferenciarlo de una cartulina. Entonces tomó valor, salió al comedor y les dijo: -mamá, papá quiero ser saca copias, no diseñador, no crítico del papel, saca copias.

Añoro la presión de los lunes por la mañana y de la gente que espera ansiosa su trabajo. Me aprendí la tabla de los 50 centavos porque eso valen las hojas…- La señora rompió en llanto, Jesús dejó de hablar y su papá con la decepción en la mirada lo mandó de vuelta a su habitación.
Pasaron días en los que la familia no le dirigió la palabra a Jesús, todas las noches se oía el llanto de su madre seguido de largas pláticas que trataban de entender el porqué de la actitud de su hijo, quien dejaba de lado su vida de éxito.

Pasado un mes los padres de Jesús decidieron hablar, con más lágrimas de las ya derramadas aceptaron su elección de vida. Argumentaron que no lo entendían pero que preferían eso antes que alejarse de su único hijo.

Los años corrieron, Jesús fue creciendo. Empezó en la papelería de la colonia en la que tantas veces soñó. Por recomendación del dueño, llegó a las copiadoras de un CCH dónde conoció al primer gran amor de su vida. Sin embargo el éxito y fama lo hizo llegar al circuito universitario. La Facultad de Ciencias Políticas y Sociales se convirtió en su nueva casa, ahora sus padres están orgullosos de que el pequeño Jesús pisó la Universidad y se dieron cuenta que a pesar de todo. Su chiquito sí tenía el éxito asegurado.

En tierra de nadie


“Nos pasamos la vida creyendo que nuestros esfuerzos, nuestro trabajo, lo que conseguimos a cambio de todo eso, son definitivos, estables. Creemos que van a durar; que nosotros vamos a durar. Y un día el cielo nos cae sobre la cabeza. Nada es tan frágil como lo que tienes. Y lo más frágil que tienes es la vida”[1]

Territorio Comanche relata un poco lo que es el periodismo de verdad en un momento de crisis, se aleja de palabras clichés y formalidades. Nos enseña el lenguaje rudo, de trabajo común. Las expresiones del miedo, de la sorpresa, de incertidumbre y de gozo al obtener lo esperado.

Nos habla del ambiente social que se vive en la guerra. La tensión y desesperación de los habitantes. La oportunidad, el trabajo y la noticia para quienes van con la tarea de informar. Pero sobre todo pone en la mesa un dilema que los que estudiamos periodismo debemos concientizar. ¿Hay que grabar y cuestionar  en un momento en el que lo que más se necesita es ayuda o hay que aprender a brindarla? ¿Cuál es la mejor forma de apoyar?
Arturo Pérez-Reverte es un periodista y escritor de origen español nacido en 1951. Se desempeñó en el ámbito informativo bélico durante 21 años en medios como  prensa, radio y televisión. Actualmente es miembro de la Real Academia de la Lengua Española,  se distinguió por la colección literaria Las Aventuras del Capitán Alatriste y es el autor del relato periodístico Territorio Comanche.
La historia transcurre en poco tiempo, quizá sólo un par de días u horas. El contexto son las Guerras Yugoslavas. Dos periodistas españoles, Márquez y Barlés tienen como misión grabar los eventos de cada jornada  y reportar para el telediario todos los días a la misma hora la información más importante con el toque dramático y noticioso que haga que los televidentes se interesen por la historia que se muestra.
Este relato narra la bipolaridad del periodismo, por un lado las emociones encontradas al vivir en un momento de guerra, al descubrir a seres que sufren, que piden ayuda y no poder hacer más. Mientras que por otro lado está el arrojo de esta profesión, el interés, el hambre de saber, las habilidades necesarias para llegar a los lugares más recónditos y peligrosos, filmar y salir avante.
Más allá de los sucesos, Territorio Comanche cuenta historias y vivencias, anécdotas que construyen de a poco la vida de un periodista de guerra. Hablan de las personas fugaces que se han cruzado por sus vidas y de otras que se han quedado para trabajar y vivir hombro con hombro.
Por momentos puede fungir como instructivo o libro de viaje para el periodista pues enseña cuestiones técnicas. Aconseja a quien lo lee sobre cómo hacer que ciertas imágenes se vean mejor, más atractivas y al mismo tiempo impactantes. Demuestra la importancia que tienen los títulos y entradillas en el gusto del público. Y el goce que les provoca arriesgar sus vidas con tal de aparecer a tiempo para el telediario.
El libro está conformado por seis capítulos, cada uno titulado con ironía pero con un puntero muy fino. Estructuralmente puede que  el lector tenga complicaciones debido al uso de regionalismos muy marcados así como al manejo de información y personajes propios a la España de los noventas.
A través de la visión del narrador, conocemos las formas en las que los periodistas se las gastan y comprendemos que a fin de cuentas son humanos y están en una guerra en la que no tienen injerencia alguna.
Informar puede ser a veces una forma de arriesgar la vida, cuando  notan que las balas y los cañonazos pasan sobre sus cabezas. Cuando pisan los cristales y escuchan los lamentos de los heridos y  la única forma de ayudar es grabando, siendo testigos de la barbarie que es una guerra.
Alguna vez escuché que Territorio Comanche es uno de esos libros que un periodista de guerra necesita hacer. Después de leerlo pienso lo mismo. Debe ser inimaginable la sensación de zozobra al estar en deadline, la desesperanza que se ha de sentir al ver como muere la gente, de oír niños que lloran y de mirar a los que sin miedo en los ojos usan un arma en nombre de una creencia, persona o supuesto objetivo.
Escribir algo como esto tiene que ser liberador, narrar  las experiencias debe dejar que en cada palabra se vaya algo de esa inquietud que queda en el cuerpo y en la mente. Supongo que algo así le pasó a Pérez-Reverte pues después de ejercer 21 años el periodismo de guerra cambió de giro y se dedicó por completo a la literatura.
El libro cuenta con toques de ironía la forma y las dificultades que sortean los periodistas para llegar a conseguir información. Hay que relacionarse con narcotraficantes, delincuentes y gentuza en general para poder sobrevivir. Se vuelve necesario sobornar a los policías y militares por protección y para burlar retenes. Eso se convierte en un gasto económico que por lógica no genera comprobantes ni facturas. Aquí otro problema, el dinero que se les da para viáticos debe estar justificado, ¿pero cómo hacerlo en esa circunstancia? Pérez-Reverte a través de Barlés menciona que tienen la necesidad de falsificar esos documentos con tal de que les paguen lo gastado y que los jefes no les regateen las monedas con los que ganaron las exclusivas.
El autor dedica varios párrafos en diferentes secciones para hablar de dos de  los vicios que tenían esos periodistas: el alcohol y el sexo (en principio menciona mujeres pero después habla de algunas que buscan hombres). Siendo estas, otras de las fugas económicas constantes y que no son justificables.
En Territorio Comanche se humaniza  la figura del periodista, deja de ser ese ente frío que filma y se hace del corazón duro ante la tragedia. Presenta algunos de sus miedos y temores. Los vacíos en la vida no sólo de los protagonistas sino de los periodistas que conocieron en los diferentes conflictos en el mundo. Y el enojo en contra de los que se quedan a esperar información a comodidad y se jactan de saberlo todo, mientras que otros arriesgan el pellejo a cada momento.

Para concluir, menciono que el libro es una muestra del cómo se vive en la intensidad, del temple necesario y hace que los que queremos ejercerlo nos cuestionemos sobre si esto es lo que esperamos o deseamos un modo más tranquilo de ejercerlo. Con libros como este, cada vez más reafirmo mis ganas de estar en la deadline.
El periodista de guerra parece condenado a la vida en soledad, se aleja de su familia, de sus amores, de las pasiones que lo alimentan y que son distintas al oficio, observa como sus colegas llegan y se van, algunos por su pie, otros porque así lo quiso la situación. Llega un momento en el que esperan la muerte, es justo ahí, en el Territorio Comanche. Ese que no es de nadie y sí de todos, ese en el que pasan las bombas, donde algunas se detienen y actúan. “Es en el que si estás demasiado lejos no consigues la imagen  y demasiado cerca, no te queda salud para contarlo”.

Pérez-Reverte, Arturo. “Territorio Comanche”. Alfaguara. México. Segunda edición. 1999. Páginas. 115


[1] Pág. 95.