jueves, 13 de octubre de 2011

¿Por qué escribo?

No es desahogo, felicidad, obligación ni lágrimas fallidas, es una pasión por la utopía, son letras que abren caminos y palabras que encuentran un cauce en las arenas y  una roca para asirse. Escribo para soñar, releo para viajar por mundos antes recorridos, veredas pasadas cuyos atajos no recuerdo más pero donde nuevos horizontes nacen cada que intento retornar.

El corazón de los mortales necesita latir, el mío resuena con cada palabra que dibujo en mi mente o en el papel que se lleva el viento, cada cierre, cada punto es un respiro, la nueva oportunidad para navegar en el océano de las ideas y reencontrase quizá en otra vida, en otro tiempo.

Volcarse en lo que sólo uno conoce, imaginar es otro modo de vivir, más difícil en su forma, pues hay que construir nuevas calles, nuevos hogares y encontrar las nuevas zonas de oscuridad, pero es también fácil para soñar y rescatar los pensamientos. Es  el momento de encontrar las luces que faltan por encender, de reescribir los silencios como llenos de esperanzas y tapar los ruidos con la reflexión.

¿Que, por qué escribo? Porque siempre algo se oculta en cada sensación reflejada entre las letras, una debilidad por continuar o un temor por desaparecer, las palabras de quien escribe son como las cenizas de un incendio, se puede no saber de dónde provino el fuego  pero siempre están las manchas que delatan la pluma de un autor.
Diana Delgado

No seré yo…

No voy a ser la persona que se rinde,

No deseo  ser la que se canse de esperar,

No espero ser la que se harte de tus besos,

Nunca he pensado en olvidar tus abrazos

No quiero pasar mis noches sin tus noches

Ni quiero dejar tu espacio vacío en mi cama,

No quiero ser yo la que nos diga adiós

No pienso acabarme las miradas ni sorber los sonidos de tu boca con mis labios.

Tampoco espero ser la que desgaste las palabras,

No quiero soñar, no quiero dejar y mucho menos olvidar,

Pero tampoco quiero ser la que se quede amando sin pensar.
Diana Delgado Cabañez

miércoles, 5 de octubre de 2011

Una Vocación en la Vida

Nunca me agradaron las personas que mientras yo era una niña me preguntaban si de grande quería ser médico, abogada, contadora o artista,  yo no lo sabía, que tal que quería ser astronauta o  imagínenme como un crack del futbol, ya lo había escrito  Antoine de Saint Exupéry  “Las personas mayores nunca son capaces de comprender las cosas por sí mismas, y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones.” 
Pero el tiempo corre más rápido que el viento y cuando entré a la prepa me tuve que responder la pregunta que tiempo atrás ignoré, tenía que empezar a elegir una carrera, debía pensar qué es lo que quería ser de grande, y si de algo me aseguré es que no quería ser una persona adulta que hubiera olvidado ser niña, no quería dejar de indagar ni de cuestionar lo que veía.
Me llegó la hora y entre consejos de la familia, sugerencias de la escuela, charlas entre amigos e incluso los test vocacionales, pude llegar a una conclusión, buscaría una carrera que me permitiera desarrollar la curiosidad que tengo por el mundo, y entre manuales para la inserción universitaria, descubrí Ciencias de la Comunicación, y aquí estoy, cuatro semestres después, con los deseos más grandes de estudiar lo que para García Márquez es el mejor oficio del mundo: el periodismo.
Como es lógico surgieron entre las personas cercanas a mí dudas sobre qué es lo que hace un comunicólogo y qué es de lo que vive,  y es que de acuerdo a cifras de la Revista Académica de la Fedración Latinoaméricana de Facultades de Comunicación, elaborada por Teresa Quiroz, en la actualidad, hay aproximadamente 500.000 estudiantes de comunicación en toda Latinoamérica y se supone que una vez que egresemos habrá trabajo solo para el 30%.
Pero esto se justifica por el problema de la falta de profesionalismo ya que muchos comunicadores ejercen sin título mientras que otros viven de ello habiendo estudiado otro campo de conocimientos, aunado a la tecnificación que está sufriendo la comunicación, por lo que cualquiera que tenga una cámara,  una computadora y otras herramientas ya se siente preparado para trabajar.
Muy a pesar de todo eso, iniciar los estudios en Comunicación es comenzar a transitar un camino repleto de saberes, conocimientos y prácticas que hacen de esta actividad algo completamente diferente a las carreras universitarias tradicionales. Es sumergirse entre experiencias propias y ajenas,  es tener un gran poder encima y optar incorporar  y compartir conocimientos nuevos a diario, es la satisfacción de descubrir buenas historias y poder contarlas con un estilo propio, es la razón perfecta para  saber aprender sobre la vida porque todas las relaciones humanas están condicionadas por la comunicación.
Es también, una forma de incrementar el capital humano y el cultural y de entender a la incomprendida interdisciplina, porque no basta con saber escribir bien, hay que conocer de psicología, literatura, arte, gramática, sociología, antropología, metodología científica y por supuesto matemáticas. Pero también, un comunicólogo debe conocer la realidad que le toca vivir, los problemas que aquejan a sus semejantes; tiene un poco de artista y un poco de adivino, pues debe ser sensible a  cómo funciona el mundo y a cómo podría funcionar, ya que es él quien ayuda a construir una forma de pensar la realidad.
Los comunicólogos, escriben discursos, guiones para radio y televisión, notas para periódicos, y desarrollan investigaciones.  El mundo de la comunicación es dinámico y desafiante. Es un proceso que pasa desapercibido para muchos por lo común que es, pero para gente como nosotros, es más que interesante, es nuestro alimento. Ser parte de la comunicación es fácil y normal, pero conocerla y disfrutarla puede tener como resultado la comprensión, el amor  y el descubrimiento de una vocación en la vida.
Diana Delgado

Compre un auto y despídase del estrés

Cada mañana, cuando llega el momento de despertar y salir de casa para ir a trabajar, nos damos cuenta de las dificultades y carencias que tiene el transporte público  de la ciudad. No importa si se viaja en metro, camión, chimeco o Metrobús, no importa si dejamos de dormir esos cinco minutitos para salir más temprano, o si olvidamos desayunar. El resultado siempre es el mismo. También sabemos que al finalizar la jornada diaria el cansancio es agobiante, el peso de las  bolsas que llevamos se siente al doble, las tripas nos rugen y aunque huyamos, el hambre nos alcanza.

Y entonces, recordamos que el trayecto es largo, y nos topamos todo el tiempo con gente apresurada que le vale que al empujar termine por hundirnos las costillas, a otros que arriesgan su vida viajando colgados por los peseros  y hasta olvidamos reclamar los arrimones “accidentales” de los que hombres y mujeres somos víctimas. En esos momentos críticos, es quizá cuando todos hemos dicho: Sí, ¡Necesito un auto!

La envidia nos gana cuando nos enteramos que el compañero del cubículo de al lado le está presumiendo al de enfrente su nueva adquisición, un deportivo último modelo, un clásico de colección, un convertible de edición limitada o un chevy de dos puertas y cuatro cilindros. Da lo mismo, él tiene coche y yo sigo viajando como inmigrante en condiciones infrahumanas. Y es la sensación de ansiedad, la que nos lleva a decidir el futuro de nuestra forma de transportarnos y  decir: Sí, ¡Me urge un auto!

Tener un automóvil, está asociado con un nivel de vida holgado y confortable, sin embargo, lo que para algunos es un lujo, para otros es una cuestión de integridad física, pues ¿quién no se arriesga viajando en combi? Es por eso que las empresas dedicadas a la venta de coches, han sacado a la luz modelos y  variedades ajustables a todos los lujos, necesidades, estilos y presupuestos, lo importante para ellos, es lograr la comodidad de los habitantes de nuestra ciudad.

Y si lo que le preocupa es el daño al ambiente y el excesivo consumo de combustible, deje de estarlo, porque al margen de las marcas,  las nuevas tecnologías han avanzado en la sofisticación,  ahorro y cuidado de los motores, cada vez son más silenciosos, discretos, potentes, económicos e higiénicos, sin olvidar, claro, la elegancia y belleza exterior que todos deseamos.

En definitiva, lo mejor es tener en mente el tipo de vehículo que necesitamos,  con las funciones que nos hagan falta y buscarlo todo, a un costo accesible, para evitar los desajustes financieros. No cabe duda que tener un coche es la solución a muchos problemas de nuestro tiempo, viaje solo, conózcase, relájese, dígale adiós al estrés y la incomodidad, estoy segura que usted y su familia lo merecen.

Diana Delgado

Y sin embargo, sobrevivió

 “Había sido condecorado, había hecho discursos patrióticos, lo habían paseado entre flores y músicas para firmar autógrafos y ser besado por las reinas de belleza”. Pero ¿Qué hizo durante diez días en el mar?

Con impecable técnica literaria y muy particular estilo noticioso, García Márquez cuenta un hecho real ocurrido a la marina colombiana. Relato de un Náufrago, es la historia de Luis Alejandro Velasco, un  marino que nunca pensó  que fuera buen negocio haber vivido diez días de hambre y sed  en medio del océano.

A través de la voz de un periodista, el protagonista reconstruye minuciosamente una historia,  llena de las desventuras que comenzaron el 28 de febrero de 1955, cuando los miembros de la tripulación del destructor Caldas volcaron  a causa de una tormenta que nunca existió.

En la serie de entrevistas, Velasco comenta  sus experiencias ante el naufragio, el hambre que pasó, sus riñas con tiburones, y el comprobar que las únicas cosas que permanecían lúcidas eran su reloj y el tiempo que corría, pues ni la lluvia  hizo acto de presencia. 

Las  denuncias hacia la marina y el descrédito al gobernante Rojas Pinilla por inventarle una razón al accidente, resultaron en la desgracia del marino, en el exilio en Paris del entonces periodista Gabriel García Márquez y la clausura del periódico “El Espectador” de Bogotá que era el que publicaba el hecho por entregas.

El náufrago sobrevivió aun deseando la muerte,  aguantando las heridas y las profundas quemaduras por el sol, tras comprender que no había nada ni nadie que pudiera ayudarle, después de haber ocupado las largas horas de su infortunio en la reflexión y de dedicar sus pocas fuerzas para vivir  con  sus instintos.

Este hecho constituyó una experiencia de soledad, tema común en la literatura del colombiano también ganador del Premio Nobel.

Relato de un Náufrago, es una novela de carácter periodístico que posee grandes cualidades encarnadas en la forma en que  el autor narra y detalla las experiencias del personaje principal, la estructura circular del relato la convierte en un buen ejemplo sí lo que se desea es una lectura amena, rápida, sencilla y fácil de leer.

La  verdad que el propio Luis Alejandro Velasco difundió, lo dejo en las memorias de la marina colombiana, algunos lo tacharon de mentiroso mientras que otros aplaudieron su franqueza; “he contado mi historia  en la tele y en la radio, a mis amigos y a los extraños […] y sigo pensando, que de héroe, mi vida no tiene nada”.
Diana Delgado

¿Quién dijo que las mujeres no podemos?

Acicaladas, peinadas y hasta perfumadas es como todos los días salen las mujeres para comenzar la jornada, no importa si son amas de casa, estudiantes, obreras o empleadas, siempre ponen algo distinto, sazonan la vida.

Mucho se habla de la igualdad de géneros, que más que igualdad, pienso se refiere a la equidad, a la toma de consciencia de las diferentes necesidades que tenemos tanto hombres como mujeres, al respeto de los modos de pensar y a estar abiertos a creer que todos somos capaces de participar en lo que el corazón nos dicte, sin prejuicios ni barreras.

Si históricamente una actividad ha quedado a merced de los hombres, esa es la milicia. Bajo pretexto del peligro que se corre en los enfrentamientos o de la responsabilidad que de por sí, implica tener una familia, el sexo masculino se ha adueñado de esta  tarea. Pero ¿es que las mujeres no podemos tener un papel dinámico dentro de las fuerzas armadas? ¿Será viable instaurar el servicio  militar obligatorio en las féminas?

En la actualidad, tener una instrucción militar, es ya una necesidad, debido a que ayuda a reforzar el sentimiento patriótico y coopera en la  formación de la disciplina y del orden de los seres humanos.  El  servicio militar no sólo sirve para dar adiestramiento, también, para que los jóvenes reciban información e instrucción sobre temas de la vida diaria, tal como la  legislación militar, los derechos humanos, el cuidado de la salud, la seguridad pública y hasta una que otra clase de manejo y mecánica general que según el refranero popular, a las damas, mucha falta nos haría.

Como en todo, hasta en el Servicio Militar existen mitos y mentiras que primero afectan las ganas de los caballeros para inscribirse y cumplir con un requisito federal, y segundo, que merma la intención de que la mujer entre a servir a su país. La invención más común es la idea de que por estar en servicio van a ser enviadas cual Adelitas, a lugares donde haya conflicto, sin antes pensar, que son la reserva de la reserva militar, y sólo aquellos que ya estén acuartelados, son los dispuestos a la lucha.

Hacer servicio Militar, es una forma de entregar algo  de lo mucho que nuestro país nos ha brindado, es estar listos y preparados por sí es necesario y esa  gratitud no debe ser propia de los hombres, pues las mujeres,  también tenemos ese sentimiento de amor por México y la intención de mejorarlo.

Fomentar la participación de la mujer en el programa de adiestramiento militar, sería una forma de aceptar nuestra existencia en un país en el que todas tenemos sueños, ideales y esperanzas, en el que se acepta que dos piensan mejor que uno y que eso beneficia más al futuro de nuestro país.

Con la imagen de la mujer joven y entusiasta, justo sería  buscar la  formalización de  la participación femenina en los actos militares y oficiales, brindarnos el  reconocimiento de  nuestros derechos y valores cívicos, así como de las competencias físicas e intelectuales que nos capacitan para enaltecer la imagen de nuestro país,  aunado al  sentido de responsabilidad y emotividad que históricamente nos ha caracterizado.

Y entonces, ¿Quién dijo que las mujeres no podemos?

Diana Delgado

Niños, las luciérnagas de la guerra


 “21 de septiembre de 1945: ese fue el día en que morí”. Es la primera frase pronunciada por  la voz de Seita, un pequeño de 15 años.

Con un modo bastante original de comenzar y un guión basado en la novela parcialmente autobiográfica de Akiyuki Nosaka, “La tumba de las luciérnagas” (1988) es la primera película y la más renombrada de Isao Takahata, uno de los fundadores del  Studio Ghibli y que ha trabajado en obras como La princesa Mononoke o El viaje de Chihiro.

 A pesar de la aceptación por la crítica, la cinta nunca fue bien difundida debido a que la empresa cinematográfica había terminado su contrato con Disney, la principal promotora de animación a nivel mundial.

‘La tumba de las luciérnagas’ narra  las desventuras de dos hermanos que quedan huérfanos durante la Segunda Guerra Mundial después de un bombardeo de aviones norteamericanos. Primero logran vivir de la caridad de su tía, pero pronto, y debido a la escasez, tendrán que sobrevivir por su cuenta.

Se habla de la niñez rota, de la crueldad humana, del desinterés y el egoísmo en tiempos de guerra, en la película, los pequeños no se dan cuenta de la desgracia que les ha tocado vivir, y aquellos que les rodean parecen de otra especie, una en la que reina la indiferencia.

Enfrentarse a un filme de animación japonesa puede parecer lejano para muchos que no estamos familiarizados con sus formas narrativas, y más ahora que  Disney-Pixar nos tiene acostumbrados a los grandes espectáculos de dibujos animados coloridos, musicales y con un final feliz.

Pero, ésta, es el tipo de películas que, sin mentir, podría entrar en nuestra lista sobre las más tristes y emotivas que hemos visto. Su historia, alcanza una dureza incontenible bajo la lógica de que en toda guerra, las peores víctimas son los niños, lo que aporta a la narración  los elementos necesarios para sensibilizarse hasta el llanto.

Y sorprende gratamente el hecho de encontrarnos ante una animación a la que hoy llamaríamos primitiva pero que debido a la sobriedad de lo que narra, destaca junto con la exquisita combinación musical que siempre aporta el Estudio Ghibli.

Estamos ante una estremecedora historia que no pasa desapercibida para aquellos que han tenido ocasión de apreciarla. Y es que, no es fácil ver cómo unos niños intentan sobrevivir a la guerra sin ayuda, después de haberlos visto sonreír y disfrutar de la vida.

Diana Delgado