miércoles, 5 de octubre de 2011

Niños, las luciérnagas de la guerra


 “21 de septiembre de 1945: ese fue el día en que morí”. Es la primera frase pronunciada por  la voz de Seita, un pequeño de 15 años.

Con un modo bastante original de comenzar y un guión basado en la novela parcialmente autobiográfica de Akiyuki Nosaka, “La tumba de las luciérnagas” (1988) es la primera película y la más renombrada de Isao Takahata, uno de los fundadores del  Studio Ghibli y que ha trabajado en obras como La princesa Mononoke o El viaje de Chihiro.

 A pesar de la aceptación por la crítica, la cinta nunca fue bien difundida debido a que la empresa cinematográfica había terminado su contrato con Disney, la principal promotora de animación a nivel mundial.

‘La tumba de las luciérnagas’ narra  las desventuras de dos hermanos que quedan huérfanos durante la Segunda Guerra Mundial después de un bombardeo de aviones norteamericanos. Primero logran vivir de la caridad de su tía, pero pronto, y debido a la escasez, tendrán que sobrevivir por su cuenta.

Se habla de la niñez rota, de la crueldad humana, del desinterés y el egoísmo en tiempos de guerra, en la película, los pequeños no se dan cuenta de la desgracia que les ha tocado vivir, y aquellos que les rodean parecen de otra especie, una en la que reina la indiferencia.

Enfrentarse a un filme de animación japonesa puede parecer lejano para muchos que no estamos familiarizados con sus formas narrativas, y más ahora que  Disney-Pixar nos tiene acostumbrados a los grandes espectáculos de dibujos animados coloridos, musicales y con un final feliz.

Pero, ésta, es el tipo de películas que, sin mentir, podría entrar en nuestra lista sobre las más tristes y emotivas que hemos visto. Su historia, alcanza una dureza incontenible bajo la lógica de que en toda guerra, las peores víctimas son los niños, lo que aporta a la narración  los elementos necesarios para sensibilizarse hasta el llanto.

Y sorprende gratamente el hecho de encontrarnos ante una animación a la que hoy llamaríamos primitiva pero que debido a la sobriedad de lo que narra, destaca junto con la exquisita combinación musical que siempre aporta el Estudio Ghibli.

Estamos ante una estremecedora historia que no pasa desapercibida para aquellos que han tenido ocasión de apreciarla. Y es que, no es fácil ver cómo unos niños intentan sobrevivir a la guerra sin ayuda, después de haberlos visto sonreír y disfrutar de la vida.

Diana Delgado

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