La capacidad imaginativa y la
sugerencia de sus construcciones mentales significaron una revolución artística
justo después del comienzo de la Primera Guerra Mundial. Freud ejerció gran
influencia en el movimiento Dadá y Surrealista, André Bretón se dedicó a
estudiar el psicoanálisis y las conclusiones freudianas a través de sus teorías sobre el mundo
autónomo creado por los sueños, del automatismo de la mente; así como de la
profundidad y oscuridad del inconsciente, a partir de estos estudios, nació la
necesidad de expresar lo que se obtenía de los estados hipnóticos que los
propios artistas se inducían con el fin de buscar en lo más hondo del pensamiento.
Sin tener como interviniente a la
razón, la corriente surrealista construyó de manera poética una serie de
métodos y estilos que permitieron descifrar los secretos internos y expresar un
cúmulo de significados más allá de los latentes.
Para la exposición realizada en el
Museo Nacional de Arte, MUNAL, participaron
alrededor de 60 artistas nacionales e internacionales mostrando 120 piezas entre pinturas,
esculturas, fotografías, grabados, dibujo y video. Se le suma una instalación
que simula un “cadáver exquisito” y una sala donde gráficamente se agrupan en
un “café” y de manera cronológica, los artistas que dieron pie a la muestra.
En el sentido de pretender distinguir
si una obra entra en el juego del surrealismo y siendo que no cuento con herramientas
de análisis bien desarrolladas podría considerarse
quizá que algunos pintores latinoamericanos y europeos no son surrealistas, en
el sentido de que no estaban preocupados por representar, a través o no de
abstracciones, al pensamiento humano; siendo éste el objetivo principal que dio
nacimiento a la corriente.
Y en lugar de ello, estos
artistas trataron de cubrir los
requisitos gráficos, plásticos e incluso estéticos del surrealismo, dando la
impresión de que se basan en un auténtico estudio del inconsciente a través de
los sueños, sin llevarlo a cabo. Un ejemplo bien marcado en la exposición de
esta disidencia es Frida Kahlo, quien personalmente rechazaba el mote de
surrealista al decir que sus obras no podían pertenecer porque ella no pintaba
sueños sino su realidad.
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