“Siempre
di nunca” es la primera exposición museográfica de Alejandro Magallanes, un
mexicano que ha destacado por la
creatividad en sus carteles para cine, teatro y con los que hace lucha social
(No + Sangre).
La
exposición muestra una variedad de formas y de representaciones artísticas que
van desde la fotografía, el dibujo y la instalación tanto en video como de
objetos, todos bajo una línea de humor negro y constante ironía.
Destaca
la forma en que el artista presenta sus obras, algunas enmarcadas o en mesas,
otras en el piso y unas más dibujadas en las paredes. Los títulos de cada una se encuentran escritos a mano sobre
los muros; unos invitan a imaginar los nombres y otros ya lo tienen, pero de un
modo ácido. Lo cual hace que la atmósfera se torne más lúdica y relajada.
Una
de las secciones que más disfruté fue la proyección de seis animaciones, se
presentaron en una sala oscura y con
colchonetas acomodadas de tal forma que podías apreciar todos los videos desde una posición cómoda. La constante en
ellos, era que siempre existía un “eterno retorno” a la actividad que se
presentaba. Era un ir y venir de situaciones sin final aparente, iba desde la navegación sin
rumbo, la autopoiesis del rostro, la regeneración de una lombriz y la
imposibilidad de cruzar al otro lado.
En
esta parte entra a cuento una de las frases con las que inicia la exposición,
en la que se resuelve que de tanto repetir una palabra, ésta termina perdiendo
su sentido. Y lo mismo sucede en las imágenes, ya que después de estar
mirándolas por un tiempo, se llega a caer en la incertidumbre y hasta en la
nostalgia de saber que ese eterno ciclo es más bien una condena.
La
forma en que Alejandro presenta sus obras provoca que en el espectador nazcan
las ganas de jugar a través de sus palabras y de sus representaciones, invita a
ser participe, a entender y a reír con sus ironías. Por momentos, sus obras
pueden parecer simples, pero en esa sencillez está latente la imaginación e
inventiva de quien las creó.
La
relación que la exposición tiene con la realidad juega con las dos palabras que
se están viendo todo el tiempo: el siempre y el nunca. Esto como un ciclo en el
que el ser humano es su propio héroe y verdugo, es el que se abre las puertas y
niega las oportunidades, es el que ve, el que observa o el que prefiere cerrar
los ojos a lo que está a su alrededor. Es el que siempre puede hacer pero el
que nunca da el paso, tal como se ve en la obra “El muro de los lamentos”.
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